Por: Elvis Herrada Erquiaga
La huída del mundo hispano hacia los Estados Unidos se acrecienta constantemente. Las estadísticas son abrumadoras, sólo en el año 2023 alcanzó la cifra récord de 2.5 millones de inmigrantes, según la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos (CBP, por sus siglas en inglés). En la actualidad México es la única puerta de ingreso, aquí millones de hispanos osan librar el muro de El Paso, nadar por río Bravo, trepar los fierros de cinco metros en Mexicali o caminar todo el desierto de Arizona con ayuda de los llamados “coyotes”; y estos son sólo algunos de los cientos de puntos de ingreso que tiene la frontera de USA con Tijuana identificados por la Border Patrol.
Estamos hablando de familias completas que emigran ilegalmente porque en sus países de origen se agravó la crisis económica y claudicó la seguridad ciudadana con el aumento de la delincuencia, según el PNUD (Programa para el Desarrollo de las Naciones Unidas) América latina se encuentra en la zona caliente de mapa de temperatura en inseguridad que vive actualmente el planeta.
TRAVESÍA POR UN SUEÑO
Para Santiago, esposa y tres hijos, no fue fácil llegar a New York desde su natal Ecuador. Primero tuvo que cerrar el negocio de abarrotes que le costó una vida sacar adelante, vendió su departamento, auto, ropa, muebles, juguetes, víveres y hasta el alma. Todo era necesario para juntar los 20 mil dólares que le pidió el “Coyote” con la promesa de pasarlo por la frontera asegurándole que todo sería: “fácil”.
Convencido por esta premisa, Santiago se aventuró a buscar un destino diferente para su familia. Viajó en autobús hasta Colombia donde vivió tres días en una covacha de dos metros cuadrados junto a treinta personas. Ahí lo embarcaron en otro autobús hacia Panamá, travesía que duró una semana. Luego pasó por Costa Rica, Nicaragua, Honduras hasta llegar a Peten, Guatemala, donde respiró un poco y pudo dormir plácido en la cama de un hotel por cuarenta y ocho horas sin cerrar los ojos.
¿Y por qué no tomaste un avión a Cancún, Tijuana o México DF? le preguntamos al padre de familia que fue encarcelado en la U.S. Inmigration and Customs Enforcement de San Diego, Baja California. Él respondió acongojado: “los ciudadanos de mi país no tienen permiso para entrar a México, sólo se ingresa con VISA”, y es verdad, las regulaciones que dispuso el gobierno de Manuel López Obrador (AMLO) para detener el tsunami de migrantes obliga a deportar indocumentados o sospechosos de usar el país como puente, a penas uno pisa el aeropuerto Benito Juárez del Distrito Federal.
Para Santiago, que invirtió los ahorros de toda su vida, era mejor no arriesgarse a que lo devuelvan sin haber pisado tierra americana. Sin embargo en México el cantar fue distinto, los Coyotes lo pasearon por Puebla, Monterrey, Nuevo León, lugares que solo miró por una ventana de autobús hasta llegar a Rancho Fernández el borde la frontera (un trip necesario para evitar pasar el aeropuerto internacional General Abelardo Rodríguez de Tijuana donde la policía es más estricta, recordemos que sólo hasta el mes de agosto del 2023, la Unidad de política migratoria, registro e identidad de personas de la Secretaría de Gobernación de México reportó 158 mil 712 personas deportadas). Allí nuevamente fue hospedado en una pocilga diminuta junto a cien personas de distintas nacionalidades. Todos apelmazados, hacinados, entreverados conviviendo por una semana sin bañarse, ni hacer ruido, sin espacio para estirarse, hacer ejercicio o ver televisión.
“Pero la verdad amigo, nosotros lo hemos pasado mejor que otros compatriotas”, nos cuenta Santiago pues confiesa que muchos de sus amigos y familiares desaparecieron en la ruta, pues fueron engañados por las mafias de “coyotes” que no solo los estafaron con el dinero embolsado sino que jamás se volvió a saber absolutamente nada sobre familias completas. Y es verdad, para la Comisión Internacional sobre la Trata de Personas en Baja California el aumento de las desapariciones está ligado a la explotación sexual de mujeres y niños que ha resultado ser un negocio en aumento según los ultimos registros de la Secretaria de Enlace con los Organismos de la Sociedad Civil de los DDHH que sostiene que en los últimos años se han reportado más de 14 mil desapariciones en Baja California en su mayoría mujeres de 10 a 17 años.
NAVIDAD ENCLAUSTRADO
Santiago nos cuenta que el veinticuatro de diciembre, cuando el mundo celebraba el nacimiento del niño Dios él se encontraba durmiendo junto a su esposa y tres hijos sobre el suelo, bajo la mesa de un comedor comiéndose las uñas como plato de esperanza mientras escuchaba a lo lejos la explosión de fuegos artificiales.
Al día siguiente por la noche el “Coyote” llegó ebrio y molesto en un camión destartalado y malhumorado obligó a subir a todos. ¿Pero cómo si no cabemos ahí?, recriminó Santiago, mordiéndose la lengua. “Dejen sus mochilas, no traigan absolutamente nada, solo sus abrigos y a sus hijos. Los que no quieren subir se pueden quedar”, gritó el “Coyote” y todos obedecieron de inmediato subiendo en fila india a una lata de sardinas, como prisioneros del holocausto.
El viaje duró cuarenta minutos por la carretera en hermético silencio, solo luces de automóviles se filtraban de la frazada que usó el transportador como capot. Cuando por fin se detuvo, la voz de “¡bajen ahora!” atemorizó a todos y de repente caminar en la oscuridad por el desierto con luz de Luna como reflector. Y “¡agáchense! que está pasando el Border Patrol. Ahora tienen que caminar derecho hasta ver la columnas de fierro y por una de ellas deben entrar. Así nada más ya están en los Yunaites, facilito”, ironizó el transportador.
El 25 de diciembre a las diez de la noche tras cincuenta minutos de caminata en el desierto de Baja California Santiago atravesó el muro pisando tierra estadounidense, cargó en hombros a su hijo de cuatro años, el púber de 10 años lo agarraba de la casaca y adelante cansado junto a su madre andaba el adolescente de 17. Luego de otros 40 minutos de caminata entre ranchos norteamericanos, serpientes venenosas y el viento inclemente un Border Patrol lo abordó le pidió documentos, lo llevó a una caseta, le dieron un burrito caliente, agua, snacks y lo llevaron a un espacio acondicionado en el medio del desierto junto a centenas de migrantes de todas las nacionalidades, todos acurrucados bordeando fogatas improvisadas para calentarse hasta que llegó nuevamente otro oficial en un vehículo grande, los clasificó por familias y transportó hacia el campamento migratorio de San Diego.
EL BORDER PATROL
En “La Migra”, como es llamado comúnmente por el mundo hispano, le pidieron quitarse la ropa, quedarse con una muda, retirarse las joyas, relojes, guardar mochilas, billeteras, dinero y deshacerse de las agujetas. Lo mismo sucedió con su esposa. Los separaron por tres días mientras duraban las investigaciones. Cabe señalar que durante la primera mitad del año fiscal 2023, el Departamento de Seguridad Interna (DHS) efectuó 225,483 deportaciones y retornos, un aumento sobre la cifra de 170,896 durante el mismo periodo del año anterior
Santiago estuvo preso desde el 26 de diciembre en un cuarto de tres metros cuadrados junto a cincuenta detenidos, recibiendo tres comidas al día, abrigándose con papel metálico, durmiendo sobre una colchoneta de dos pulgadas de espesor, mirando la luz artificial de un fluorescente que le hacía perder la noción del tiempo: pasaron 72 horas y no sabía qué día era ni tampoco si era mañana, tarde o noche.
La reclusión duró hasta el 29 de diciembre cuando confirmaron que sus familiares en EEUU los alojarían pagándoles los pasajes de avión hasta su destino. Le entregaron pasaportes, billetera, dinero, tarjetas de crédito, dni y a su familia, además una serie de documentos que le habilitaron el ingreso a los Estados Unidos y le obligaron a presentarse al cabo de seis meses en su primera cita en la Corte de Inmigración.