El fenómeno de utilizar ADN de antiguos fósiles conservados en ámbar ya inspiró a Hollywood: en la película Parque Jurásico, los científicos reproducen el ADN de dinosaurios extraído de un mosquito fósil incrustado en un trozo de ámbar y así los resucitan. En realidad, sin embargo, la empresa es mucho más difícil: todos los estudios anteriores en los que investigadores tomaron muestras de ADN de insectos encerrados en resina de árboles dieron resultados relacionados con la contaminación ambiental moderna y, además, fueron irreproducibles, por lo que resultaron inútiles bajo el método científico.
Un equipo internacional dirigido por investigadores de la Universidad de Bonn detectó ahora ADN de escarabajos ambrosiales que habían quedado atrapados en la resina de árboles recientes durante menos de siete años. El estudio fue publicado en la revista PLOS ONE.
Usando el llamado ADN antiguo, los científicos pueden sacar conclusiones sobre tiempos pasados y los organismos que vivieron entonces. Se pensó que el uso de organismos atrapados en ámbar (resina de árbol fósil) con esta finalidad no era posible después de fracasos relativamente recientes en la búsqueda de ADN en unas pocas muestras de mil años de antigüedad.
“Nuestros nuevos resultados muestran que es efectivamente posible estudiar genéticamente organismos que quedaron incrustados en resina, aunque todavía no conocemos el límite de tiempo”, enfatiza el líder del estudio, el Dr. David Peris del Instituto de Geociencias y Meteorología de la Universidad de Bonn. El objetivo principal de los investigadores es discernir paso a paso aspectos fundamentales de la preservación del ADN en la resina y determinar el verdadero límite temporal, hasta cuándo el ADN en las resinas se considera conservado.
Muestras de resina de árboles Hymenaea en Madagascar con escarabajos ambrosiales incrustados. (Foto: Georg Oleschinski / Universität Bonn)
“En lugar de buscar ADN en ámbar de 100 millones de años o más, para soñar con la resurrección de los dinosaurios, deberíamos empezar por detectarlo en insectos atrapados hace unos años en la resina”, destaca David Peris. Las muestras de resina utilizadas tenían seis y dos años de antigüedad y procedían de Madagascar. Para detectar el ADN, los científicos establecieron un método basado en la técnica llamada reacción en cadena de la polimerasa, que permite multiplicar el material genético en un tubo de ensayo. Este método es bien conocido en criminología y recientemente se ha hecho famoso, como la tecnología básica para la detección del virus SARS-CoV-2. “Este método nos permitió realizar varias comprobaciones de autenticidad, para poder decir con certeza que el ADN detectado en nuestros experimentos procedía efectivamente de los escarabajos conservados en la resina”, explica Kathrin Janssen del Instituto de Microbiología Médica, Inmunología y Parasitología, también de la Universidad de Bonn, la segunda autora principal.
Los investigadores descubrieron que el agua se almacena en las muestras incrustadas más tiempo del que se pensaba, lo que tiene un efecto negativo en la estabilidad del ADN. En el futuro, los científicos planean analizar gradualmente las muestras más antiguas con métodos más sensibles de “secuenciación de próxima generación”. “Investigar el límite de tiempo de la conservación del ADN y muchos otros temas relacionados es el objetivo de los futuros experimentos”, resume Kathrin Janssen. (Fuente: NCYT Amazings)